Hoy estaremos en la presentación, la película se estrena en cines, en España, el próximo viernes 29 de abril. Es una road movie en busca de prácticas reales que ya se están llevando a cabo en todo el mundo, ejemplos de los cambios necesarios para reducir el cambio climático. Mejor verlo que contarlo, aquí el trailer en español:
En conclusión, viene a proponer cinco cambios que podemos llevar a cabo en diferentes niveles:
De forma individual:
Comer alimentos de agricultura ecológica (¡sí!) y comer poca carne (o nada).
Optar por un proveedor de electricidad de origen renovable.
Transformar el barrio, el pueblo o la ciudad en una huerta (¡sí!)
Crear una cooperativa ciudadana de producción de energía renovable.
Crear una moneda alternativa (local, de empresa, de tiempo).
Crear una escuela alternativa.
Presentarse a las elecciones y retomar el poder.
A nivel político:
Reorientar las subvenciones agrícolas para permitir la conversión hacia la agricultura biológica, la agroecología, la permacultura… (¡sí!)
Dar un vuelco a la fiscalidad del trabajo hacia el carbono.
Liberar la creación de moneda.
Crear una cámara parlamentaria (¿y si reformamos el Senado?), donde los representantes serían ciudadanos escogidos al azar.
Integrar el estudio de la pedagogía y la formación «in situ» en el currículum de los profesores.
Es para felicitar a Cyril Dion y Mélanie Laurent, que se embarcaron en la aventura de realizar este documental sin que las productoras y televisiones convencionales les hiciesen mucho caso, hasta que tuvieron un gran éxito con su campaña de crowdfunding:
Es cierto que las verduras y frutas que recoges de tu huerto, o las silvestres, suelen ser algo más amargas que las del supermercado… Eso no es necesariamente malo, por más que para los paladares menos sofisticados –sobre todo los infantiles o infantilizados– el sabor amargo tenga connotaciones negativas, como si ese alimento tuviese algo repugante o dañino. De hecho, el ser humano posee en la lengua hasta veinticinco receptores del gusto amargo. Tanta sensibilidad se desarrolló por mera supervivencia, para detectar toxinas en plantas y alimentos, de ahí que cuando esas papilas gustativas detectan algo raro, despiertan la atención y quizá la reacción automática de escupir el alimento. Solo los paladares más sofisticados saben utilizar esos detectores complejos de sustancias venenosas para disfrutar de uno de los sabores más complejos, el amargo. En Occidente junto a ese sabor se diferencian otros tres: el dulce, el ácido y el salado; el Ayurveda de la India suma a éstos, el picante y el acre o astrigente; y, claro, es necesario señalar los últimos sabores cuyas papilas gustativas han sido descubiertas por la ciencia: el umami y el adiposo… (aquí se complican más las discusiones entre gastrónomos).
Lo que decía el titular: estos meses se habla mucho del sabor amargo. Quizá tenga que ver con la campaña -justificadísima- para reducir el azúcar de los alimentos y bebidas industriales, ya en niveles muy peligrosos para la salud pública. Pero cuando la revista New Scientist dedica su portada a un artículo sobre cómo la industria alimentaria va eliminando el amargo de las frutas y verduras, es que algo pasa. Estos alimentos amargos, como la alcahofa, la achicoria, los berros, el cardo mariano, las endivias, el ruibarbo, el limón o el pomelo, ya representan menos del 5% de la dieta en EE.UU. El chocolate y la cerveza se han ido dulcificando con los años, quizá por eso resurge la moda del chocolate puro, como el de Taza Chocolate, o las bitter artesanas, dejando que se note el amargo del lúpulo.
Los científicos están cada vez más preocupados, porque desterrar lo amargo de nuestra dieta afecta a nuestra salud, incluso de maneras que todavía no conocemos plenamente. Tradicionalmente se sabe que los amargos estimulan el apetito (muchas bebidas aperitivas se elaboran a partir de plantas amargas), actuando sobre el hipotálamo y aumentando los movimientos y secreciones estomacales. También evitan las digestiones pesadas y estimulan el funcionamiento del hígado, ayudan a regular el peso, tonifican el organismo y, se está investigando, quizá afectan a la fertilidad. Pero científicos como Robert Margolskee, investigador de los receptores que detectan las moléculas del dulce, amargo y salado, están descubriendo que estos detectores existen también en el tracto gastrointestinal y en otros órganos en todo el cuerpo… Parece ser que estos receptores “extraorales” están implicados cada vez más en la regulación de la digestión, la nutrición, el metabolismo y la liberación de hormonas.
Por otro lado es curioso el interés que ha despertado el último libro de la premiada escritora gastronómica Jennifer McLagan, Bitter: A Taste of the World’s Most Dangerous Flavor (algo así, como “Amargo: una degustación del sabor más peligroso del mundo”), con cantidad de historias y recetas para apreciar este sabor con nuestras papilas receptoras de ancestrales venenos. Además de probar algunas de sus recetas, para bien de nuestra salud y papilas gustativas, dejaremos que el huerto se asilvestre un poco, tomaremos pomelo para desayunar, recogeremos frutos del bosque, pondremos diente de león o escarola en las ensaladas, volveremos a cultivar pack-choi, nos comeremos las raciones que toquen de pastel de ruibarbo (uugghhh), le daremos al chocolate 75% puro, y tomaremos Fernet Branca con los amigos argentinos. ¡A vuestra salud!
La campaña francesa original se viene realizando exitosamente desde 2006. Se celebra entre el 20 y el 30 de marzo, coincidiendo con el comienzo de la primavera, ya que durante esta estación es cuando más pesticidas se rocían. Los puntos clave de la campaña son:
Concienciar sobre los riesgos para la salud y el medio ambiente de los pesticidas sintéticos.
Dar a conocer alternativas.
Crear las bases para crear un movimiento para un mundo sin pesticidas.
El año pasado, más de 120 organizaciones participantes crearon conciencia a través de eventos educativos, visitas y jornadas de puertas abiertas, marchas, encuentros e intercambios, exposiciones, conferencias y debates… En total casi un millar de eventos en diferentes países.
En la web de la Fundación encontrarás información sobre los peligros de los químicos y pesticidas, con actualizaciones diarias de noticias, blogs y entrevistas.
Quién está expuesto
Todos nosotros estamos expuestos directa o indirectamente a los pesticidas y agroquímicos a través de los alimentos que comemos, el agua que bebemos, el aire que respiramos y los productos que utilizamos para cultivar un huerto, y también en nuestro propio hogar.
Las embarazadas y los niños tienen un riesgo mayor, ya que su sistema nervioso se encuentra en desarrollo y son más susceptibles de sufrir daños que un adulto. Esto puede dar lugar a problemas de aprendizaje, déficit sensorial y retrasos en el desarrollo. La susceptibilidad a sufrir cáncer en la infancia y trastornos del desarrollo neurológico es mayor en las personas cuyas madres fueron expuestas a los pesticidas durante su embarazo. Algunos pesticidas también pueden afectar el equilibrio hormonal del organismo. Son los denominados disruptores endocrinos. Estas sustancias químicas tienen un importante impacto en nuestra salud, afectando al sistema reproductor o produciendo abortos espontáneos .
Por qué son peligrosos
Los pesticidas pueden provocar serias consecuencias en la salud, que afectan a todos. Los grupos vulnerables, como las mujeres embarazadas, los niños están especialmente en riesgo. Muchos estudios científicos revelan que podría haber un vínculo entre la exposición a los pesticidas y varias formas de cáncer, la leucemia, o la alteración de los sistemas endocrino, inmunológico o nervioso.
¿Cuáles son los impactos en la salud?
Cáncer
Trastornos neurológicos (enfermedades de Parkinson y Alzheimer, problemas de aprendizaje, déficit sensoriales y retrasos en el desarrollo)
Infertilidad, disrupción endocrina, problemas de reproducción (alteración del sistema hormonal, la desregulación del ADN)
Malformaciones del embrión
Disfunción tiroidea
Legislación
La UE va prohibiendo progresivamente los pesticidas que ya han demostrado ser perjudiciales para nuestra salud y regula los niveles máximos de residuos de plaguicidas en productos de consumo. Pero todavía estamos expuestos a numerosos plaguicidas, los cuales pueden afectar a nuestra salud incluso a niveles bajos de concentración. Los procedimientos de evaluación de riesgo de los pesticidas son insuficientes, ya que sólo dan una aproximación de los riesgos reales, a menudo sin tener en cuenta los riesgos derivados de la acumulación y combinación de diferentes sustancias. Seguimos estando expuestos y en riesgo y por eso es necesario tener precaución.
Alternativas
La principal alternativa es la agricultura ecológica. La regla fundamental de la agricultura ecológica es respetar los ecosistemas naturales, es decir NO a los pesticidas sintéticos. Los objetivos que persigue la agricultura ecológica son:
Preservar el equilibrio natural de la fauna y flora, y mejorar nuestra salud.
Promover el reciclaje.
Elegir las especies animales y vegetales adaptadas a las condiciones naturales, respetar los paisajes y áreas silvestres, y eliminar la contaminación por plaguicidas.
Preservar la biodiversidad.
Hay que tener en cuenta que:
Mejorar la salud disminuye los gastos en salud publica.
Busca un desarrollo económico coherente.
La agrobiocultura es uno de los pocos sectores de la alimentación que experimentan un crecimiento notable y sostenible.
Visita la página de la campaña Semana sin Pesticidas para ver cómo puedes colaborar.
Unas risas de sábado con el divertido vídeo de Veterinarios Sin Fronteras. Dos tomates, uno transgénico y otro campesino, se citan en un bar después de haberse conocido a través de un chat en internet…
Hace dos meses compré una bolsa de naranjas en una gran superficie a un precio que me pareció increíble, 1,75 € por 4 kg. Llevado por la curiosidad de dónde consiguen esa maravilla, leí en la precaria etiqueta: variedad navel-late, origen España, conservado con thiabendazol, imazalil y orthophenylphenol. Me sonaron tan mal esas sustancias que decidí guardar la etiqueta para investigarlas más tarde.
Unas semanas después, haciendo la compra en Londres, de nuevo me llamó la atención la etiqueta de la bolsa de naranjas (además del precio, muy superior y sólo por 6 piezas): variedad Lane Late, origen España, nada de información sobre conservantes, aunque sí información nutricional, fecha máxima de venta y, ¡atención!, indicación de que ¿lavemos las naranjas antes de usarlas? ¿Has hecho eso alguna vez? Sí, dice con claridad “Wash before More
Rebecca Hosking se plantea qué hacer para transformar la granja de su familia, en el Sur de Inglaterra, en una explotación de bajo consumo energético, más adecuada para un futuro muy cercano, en el que los combustibles fósiles serán cada vez más escasos.
Aquí puedes ver doblado al español, el documental The Future of Food, de Deboorah Koons García. Da un buen repaso a la historia de la agricultura industrial que ha llevado a nuestra sociedad a nutrirse de productos alimentarios y no de alimentos, que es capaz de sobreproducir en monocultivos a costa de la salud de los consumidores, y que hoy altera directamente el código genético en los alimentos transgénicos. Esto es algo beneficioso para algunas industrias (Monsanto recibe duro en el documental), pero muy oscuro para los humanos y para el Planeta, como argumentan bastantes organizaciones, tanto en EE.UU. (donde se centra la película) como en España. La solución: defender los alimentos orgánicos, esos que crecen con semillas de toda la vida, tierra, agua, sol, cuidados y experiencia social.
Veo el documental y confirmo: cultivar un huerto es hoy un lujo y una buena forma de protesta.