“Cultivar tu propio alimento es como imprimir tu propio dinero”
Sabias palabras de Ron Finley, activista de Green Grounds, en Los Ángeles Centro Sur, que ha trasformado su barrio pobre, abandonado y baldío a base de plantar con su gente, por diversión, por desafío, por belleza y para ofrecer algunas alternativas a la comida rápida que está matando a las personas. Su experiencia y la forma en que lo cuenta tienen mucha mucha gracia…
Al menos eso parece al ver la granja urbana más grande de Europa, que ha empezado su producción en La Haya. Está en un edificio que Phillips utilizaba desde la década de 1950 y que ha reconvertido su terraza de 1.200 m2 en un invernadero hidropónico y la planta sexta en una piscifactoría donde se crían 200 tilapias al mes (sí, un pescado polémico, a ver como los crían). Las dos plantas funcionan con un ciclo casi cerrado, las deyecciones de los peces son reutilizadas por las plantas como fertilizante y las plantas purifican el agua que vuelve a los peces. Así esperan producir unas 50 tonelas de verduras al año, que sólo tendran que recorrer unos cientos de metros hasta los hogares, restaurantes o comedores colectivos donde serán consumidos. Se acabarón los camiones recorriendo miles de kilómetros para poner unos tomates en un supermercado de Holanda. Si tienes espíritu emprendedor curiosea aquí el proyecto y la empesa suiza Urban Farmers que ganó el concurso para la reutilización del edificio.
Proyectos como este se van multiplicando en los últimos años, ya comentamos aquí la huerta bajo las calles de Londres, en un antiguo refugio antiaéreo. Algunos expertos ya dicen que los huertos y las granjas urbanas serán en pocos años tan normales como son hoy los parques y los jardines en las ciudades.
Josan y los cuates habían hablado bien de la novela El marciano, de Andy Weir (originalmente autopublicada por su autor, toma ya). Y hace unos días Aina S. Erice (¡gracias por la recomendación!) nos decía que tenía cita en el cine el día 16 de octubre, cuando se estrena en España la película de Ridley Scott, que originalmente se llama The Martian, pero ha acabado con el título de Marte (¿por qué ese cambio?).
Sin hacer un spoiler ni querer provocar envidia, os comunicamos que ayer domingo vimos la película en pantalla grande y a todo volumen (aunque no en la sesión 3D), alguna ventaja hay que sacar de estos meses británicos (que de todos modos están siendo hortelanamente muy provechosos).
Mark Watney (Matt Damon) es un botánico que queda colgado en Marte y parece seguro que será el primer hombre en morir allí. Pero aprovecha sus conocimientos para plantar un patatal y, sobre todo, intentar comunicarse con la Tierra (que esta solo a 225 millones de kilómetros, dicen los créditos) para salir de allí (menos mal que todavía quedan colegas). Es una de aventuras de ciencia ficción, sin más, mejor dejar el espíritu crítico en casa e ir simplemente a pasarlo bien o a pasar miedo, que cosas que chirrían en esa película hay muchas (además de la metalistería espacial y algunos temas musicales). A quien vaya con ilusiones vegetófilas solo adelantamos que sí, que hay algunos planos sobre el tema, pero que la cosa va más sobre destornillador automático, reparaciones con cinta americana y regateo de burócratas. Aunque, con todo, cuando sales del cine, una planta en una grieta del asfalto te parece aún más bella.
Curioso revuelo el que está provocando la película en #iamabotanist
En este vídeo Pam Warhurst explica la increíble experiencia llevada a cabo en Todmorden, en el norte de Inglaterra, una ciudad de 15.000 habitantes que se propuso cultivar frutas y verduras en cualquier espacio publico. Los márgenes de un parking, un parterre frente al centro de salud, los jardines de las casas o, incluso, un bancal elevado frente a la comisaría de policía, producen ahora comida para todo el vecindario. Se han hecho tan famosos que ya reciben turismo hortícola de todo el mundo. Dicen que los suyos son “huertos-propaganda”.
Empezaron poco a poco unos cuantos voluntarios, intercambiando semillas y cultivando pequeños espacios, pero en algo más de tres años ya han creado un banco de alimentos y han aumentado de un modo divertido la sensibilidad de los vecinos y agricultores de los alrededores por producir y consumir buenos alimentos.
Insisten en que su experiencia es replicable en otras ciudades y que este tipo de cultivo tiene un gran efecto educativo para las generaciones más jóvenes. Empezaron sin pedir permiso a nadie (aunque luego rellenaron los impresos necesario “en latín y por triplicado”), demostrando que es posible hacer cosas simples pero importantes solo con ponerse a ello con algo de voluntad, imaginación y diversión. Como dice su lema: “Si comes, estás en esto”.
Pam Warhurst, la dicharachera conferenciante, es cofundadora de Incredible Edible, una asociación de gente apasionada que cultivan y hacen campaña en favor de una alimentación producida localmente.
Los países occidentales más ricos, no hace tanto que sufrieron periodos de escasez de frutas y verduras. Durante la Segunda Guerra Mundial, 20 millones de americanos plantaron un huerto en casa y producían el 40% del total de verduras consumidas en todo el país. Se llamaron “Victory Gardens” o Huertos de la Victoria, huertos destinados a asegurar un suministro adecuado de alimentos para la población civil y las tropas. Las agencias gubernamentales, fundaciones privadas, empresas, escuelas y empresas de semillas trabajaron juntos para proporcionar la tierra, la instrucción y las semillas para que individualmente o en comunidad se pudieran cultivar los alimentos necesarios, mientras buena parte de los jóvenes estaban en la guerra.
Desde California a Florida, los estadounidenses cavaron sus jardines de césped, fincas baldías, parques, campos de béisbol y patios de escuelas. Los niños, las mujeres y los mayores plantaron, abonaron, desherbaron y cosecharon para conseguir gran cantidad de verduras. Con carteles que hoy son objeto de colección, artículos publicados regularmente en periódicos y revistas, se corrió la voz y la información necesaria para poder cultivar millones de huertos. Hasta el Pato Donald, Battman o Superman plantaron un Victory Garden. El objetivo era producir suficientes verduras frescas durante todo el verano para la familia inmediata y sus vecinos. Con cualquier exceso de producción se hacían conservas para el invierno y principios de la primavera, lo suficiente para mantenerse hasta que las verduras del siguiente Huerto de la Victoria estaban listas para recoger.