En 2012 escribí El huerto curativo. Una guía para plantar tomates y cosechar felicidad, que publicó Plataforma Editorial.
Algunos años antes, en un impulso primaveral, había empezado a cultivar en el patio de casa, en la ciudad, con un éxito inesperado. Buena tierra comprada en un garden center, macetas y jardineras amplias, además de un riego por goteo, producían tomates cherry, lechuga roble, rúcula, rábanos, zanahorias, pepinillos, cebolletas, ajos tiernos, perejil, albahaca, menta y otras joyas para preparar una ensalada fresca o una salsa pesto al instante. Una forma de cultivar elegante, sin mucho trabajo y sorprendente en medio de la ciudad. Me consta que más de un huerto en terraza y algunos horticultores urbanos se iniciaron en cenas a la luz de las velas en aquel patio. Ya sabéis: atardecer de verano, buganvillas, jazmines, tomateras, vamos a darle un bocado a este rabanito picante, mira estos tomates que son como caramelos…
Antes de ser aprendiz de hortelano, fui periodista y fotógrafo durante más de una década de la revista Integral y cofundador de las revistas Cuerpomente, Altaïr y Vivir en el Campo, pioneras en España en la divulgación de la salud natural, el ecologismo y los viajes. He dirigido la colección Los libros de Integral y la editorial RBA Libros, en las que publicamos El huerto familiar ecológico, de Mariano Bueno.
Actualmente trabajo como consultor y emprendedor en proyectos de Internet y contenidos transmedia, ocupaciones totalmente compatibles con el cuidado de un pequeño huerto.
Cultivo a 600 m de altura, en una ladera que mira al sur, en el límite del clima mediterráneo con el de montaña. Un paisaje salvaje humanizado por unas pocas casas y prados. Hace más bien calor en verano, pero en mayo una helada te arruina las tomateras. El cultivo en bancales cómodos, inspirados en el método que ha difundido Gaspar Caballero, con su riego por goteo y acolchado, ha sido el secreto para conseguir, con relativamente poco esfuerzo, unas cosechas a veces abundantes.